Cubierto de sangre que no era suya, recorría la poca distancia que quedaba para llegar a al-Mudawwar al-Adna. Su caballo, ahora exhausto, difícilmente conseguía aguantar el galope. La espuma que salía por su boca, acompañada de la frenética respiración del animal, le decía que no aguantaría mucho, pero tenía que conseguirlo. Al-Mamún, hijo de Al-Mutamid rey de Sevilla, había muerto en el ataque a Corduva por los almorávides.
No podían perder la importante fortaleza situada en aquel cerro. Su situación estratégica, dado al terreno elevado en el que se encontraba, sus fuertes muros y que sería una de las más importantes líneas defensivas camino de Sevilla, la hacían única en todo el reino taifa de Al-Mutamid. Tenía que avisar a toda costa a la guardia que defendía el castillo, de que las tropas del almorávide Yusuf habían vencido. Era el último emisario que había conseguido escapar con vida.
No podían perder la importante fortaleza situada en aquel cerro. Su situación estratégica, dado al terreno elevado en el que se encontraba, sus fuertes muros y que sería una de las más importantes líneas defensivas camino de Sevilla, la hacían única en todo el reino taifa de Al-Mutamid. Tenía que avisar a toda costa a la guardia que defendía el castillo, de que las tropas del almorávide Yusuf habían vencido. Era el último emisario que había conseguido escapar con vida.